20 de marzo de 2006

ALGUNOS POEMAS

Del libro: La sombra del mar


INFIERNO VERDE


Infierno verde,
Maldita excitación entre maderas.
No alcanza la tinta
-en principio-
Para explicar esta vez la tristeza.

Absurdas luciérnagas nocturnas
Asustan la luz,
Y convertido en otro,
Yo
Espero.

La maravillosa música de la luna
-hoy en eclipse perfecto-
Hace que el frío encanezca
Y aún sin entenderlo
El increíble milagro del tiempo sucede.

Sopó, Colombia. 2003


ÚLTIMA VISIÓN


Hena Rodríguez


En esta prisión de márgenes tan azuladas
Atravesé tu recuerdo,
Y entre puertas lejanas y laberintos
Los minotauros rogaban mi nombre;
Las paredes huyeron ante su mirada
Y magnéticamente
Los adornaron figuras sin sexo,
La ruta contraria de la invocación.

Qué secretos guardan ahora
Bajo sus negros ropajes,
Vida agradecida a los arcos y al cielo,
Trabajo de ancestros distantes.

¡Y que presente está la muerte
En esta lluvia que caduca!,
¡Y que imponente es la tierra
Ante el hambre de los días!;

Así
-en la fiebre-
Recobré de tus manos el sentido,
Y fueron ellas
El misterio terrenal que ato a la noche
La gloria de tus días,
Mi paso al paraíso prohibido.

Tú,
La lejanía de las fibras
La protección del alma,
Los rostros opacos de la agonía…
Así fue mi última visión.

Petersburgo
Feb. 2002

AZUL ABRASADOR

A Gloria, para siempre.


Muchas miradas para una sola tarde.
Yo solo busco miradas conocidas,
Miradas que ocurrieron hace siglos;
Que juzgan ahora
El silencio de la tumba
-o del agua-.

Aproximación de gárgolas y espinas,
Centauros y dragones sin existencia;
Ante un muro colosal la perdición se esconde,
Retumba el tiempo,
Y me acojo como mundo
Imponiendo la sangre y la fibra infinita.

Encuentro sin letras
Donde los ojos –de azul abrasador-
Aparecen de la sombra
Y como espejos de los años
Traspasan fuertemente las manos de la niebla.

Barcelona, 2002


EXILIO


A La Mama


Cuándo volveré,
Sin que el futuro me de excusas,
A sentir los brazos calientes
Y la ternura.
-los carruseles, la lluvia-

Cuándo podré recuperar
Algún segundo perdido,
Sin escuchar voces de espanto
En la patria ya no mía,
De otros.

Las variaciones del pasado
Han sido espeluznantes
Y aún el miedo,
Viejo y con arrugas,
Recorre la ausencia con melancolía.

Ahora me acompaña un tango
Y mil fantasmas,
Voces
Y algunas horas de espera.

San Petersburgo
2002

I

A Tomas, CON TODO.


Ahora, -por fin-

Entiendo el espacio.
Fría y adyacente atmósfera fatal
Que con el paso de los años
Traspasa el tiempo.

Por fin,
Sin detenerme mucho en constelaciones
Te descubrí como eres,
Como eras;
Como ya te habían descubierto otros,
Pero sin encontrarte por completo.
Aquí estas, y yo muriendo alegremente
Entre algunas lagrimas
-ese miedo rebosando por los ojos-
Te veo a través del fuego y de las sombras.

No te vayas,
Te lo pido firmando con sangre un pacto
De hace tiempo;
Quédate conmigo
Cerrando cada mañana con el sol naranja de la vieja ventana
Aprovechándote del verde de estas rojas montañas,
Quédate amando la desnudez antigua;
Viviendo conmigo tu siempre.

EL PAIS DE LOS OJOS TRISTES


Crónica de viaje

En el metro, a diez mil kilómetros de mi gente más cercana, y a pocos meses de un viaje de corto regreso, observo con detenimiento a un marinero pobre que está sentado frente a mí, que tiene los ojos tan azules como el mar que recorre; dormita.

El uniforme de guerra está sucio, las franjas blancas ya son grises como las jóvenes pupilas, y lleva también en el pantalón negro, un cinturón de hebilla de marina con dos anclas superpuestas. Un segundo más tarde, poco antes de aparecer el anuncio para cerrar las puertas, sube al primer vagón una mujer; parece ser del sur, pide alguna ayuda para el hijo que lleva sobre su pecho, con unos trapos atados a la espalda que sirven como abrigo.

Aquel marinero de pupilas de plata, observa; parece ser el único que se inmuta ante la madre, pero no hace caso, solo escucha mientras ella camina, tan lenta como un ánima, por el oscuro corredor. También frente a mi, un poco a la derecha, hay dos oficiales del ejercito, llevan en la mano una cerveza y parece no ser la primera; a su derecha, en la esquina, hay una anciana con los ojos azules y tristes, como suelen estar los ojos en estas tierras: lleva dos morrales de espalda, una maleta de cuero negro y gastado, y tres bolsas plásticas con anuncios publicitarios. De pie, junto a la baranda hay un muchacho, debe tener en malos cálculos quince años, no lleva puesta ropa de moda, pues es simplemente lo que se puede.

La madre sigue caminando por el corredor y continúa pidiendo por “xesus xristos” la ayuda de los respetados pasajeros, con la voz casi quebrada. El niño no llora, está increíblemente dormido, sólo sale su pequeña cabeza por entre el abrigo improvisado. Ahora aquel marinero la mira, pero no a los profundos ojos, la deja pasar por su frente con la cabeza gacha, la mira después, con lástima, y parece ser el único, el resto parece ni verla. A su paso la mujer reza y pide, al cielo y por el cielo, la compasión demostrada en una moneda.

Aún no es muy tarde, en el reloj del hombre que está a mi lado logro ver que son la 9:50 PM; el llegar a la otra estancia baja la anciana con sus morrales y la madre con su hijo, difícil tarea. Quizá haya algún problema, las puertas no se cierran ni dicen nada por los parlantes, en esa extraña lengua que apenas entiendo; frente al metro, en la plataforma la madre aprovecha una silla libre, la única de once que alcancé a contar. Dentro del metro y a pesar de la demora nadie se mueve, nadie se toca, nadie habla, nadie mira, se escucha sólo desde afuera las voces pasajeras y el murmullo fuerte del hombre en masa; se escucha el llanto del niño recién despertado, pero la madre parece estar igual que la gente del metro: no se mueve, no habla, no toca, no mira.

De repente suena el anhelado anuncio y antes de terminarse se cierran las puertas.

ALGUNOS CUADROS


CADAVER

Campuzano y Charles de Canterbury.
trabajo conjunto

Donado a la Universidad de La Salle

NIÑO CAMPESINO
2004
Carbón y acuarela sobre papel.
EN VENTA
MANO CON ROSTRO
2004
Carbòn y acuarela sobre papel
VENDIDO

19 de marzo de 2006

AQUI ESTOY

Catalina Campuzano Rodríguez es estudiante de lenguas modernas de la Universidad de la Salle. Ha realizado algunos cursos de literatura y periodismo en la Universidad de Los Andes y en la Universidad Estatal de San Petersburgo en Rusia donde vivió algunos años. Escribe poesía y relatos cortos sobre diferentes temas centrándose en la realidad social y en la naturaleza misma del ser humano. Su primer libro de poesía La sombra del mar, contiene su maxima creación literaria.

LA MUSA

Cuando en la noche oscura espero su llegada,se me antoja que todo pende de un hilo.¿Qué
valen los honores, la libertad incluso,cuando ella acude presta y toca el
caramillo?Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el veloy se me queda mirando
larga y fijamente. Yo digo:"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las
páginassobre el infierno?" Y ella responde: "Yo soy aquella."

Anna Ajmatova